Leyendas

·         LEYENDA DE LA CUEVA EL QUEBRADON: Se dice en aquella gruta tenían su adoratorio los aborígenes pertenecientes a las tribus de l0 Iripuyes, Tiracoques, Olleros, Galgas y Capaces. Que ofrendaban a un ser sobrenatural llamado el Chez, candiles de incinillo y la grasa del cacao. Aquellas tinieblas, solamente rotas por el esplendor de los hachones, albergaron las huestes famélicas de Ambosio Alfinger; que extraviados en aquellas selvas, herraron por mucho tiempo con un pesado tesoro a cuestas. Al pie de un árbol, junto al arroyo enterraron el pesado cofre que contenía sesenta mil pesos en monedas de oro y piedras preciosas, parte de un rico botín. De los 24 soldados, solamente uno sobrevivió al hambre y a las enfermedades sin que nunca pudiera precisar el tesoro que todavía permanece oculto. Cuando el pirata Morgan saqueó a Maracaibo, en el siglo XVII puso también a sitio el Puerto de Gibraltar y la leyenda cuenta que parte de la tripulación bajó a tierra y se internó en las montañas, con buena parte del producto del pillaje que no quiso dividir con el resto de los bucaneros. Los merideños mandaron soldados en ayuda de sus hermanos sitiados, y los piratas que temían ser aniquilados, dieron con la cueva, donde se ocultaron, con dos arcas llenas de patacones, doblones y collares de perlas, sus armas y varios barriles de ron y pólvora. Un día saldaron a sablazos sus rivalidades y los sobrevivientes, que salieron a buscar la costa, minados por la malaria no regresaron a la cueva. La Azulita, municipio Andrés Bello, Estado Mérida. Tradicional

·      LEYENDA DEL ARCO IRIS: Según la creencia popular el arco iris es un duende al que le gustan los catires. Por eso, las personas rubias para evitar el encantamiento y que el arco iris se las lleve, tienen que protegerse llevando chimó, un santo y una medalla. Estado Mérida. Tradicional


·      LEYENDA DEL DÍCTAMO REAL: El Díctamo Real es una hierba que nace en los altos riscos de los Páramos andinos, en la cual se le atribuye la rara virtud de prolongar la vida. La leyenda del Díctamo es la siguiente: se Dice que “existió” en los Andes una mujer de belleza extraordinaria, considerada por los nativos como hija del sol, quién ejercía una misteriosa influencia sobre todas las tribus de la región. Adorada y respetada, los indígenas veían en su reina el oráculo de sus alegrías y desdichas, y se mostraban muy ufanos ante el influjo de su gracia singular, así como de su sabiduría y prudencia. Un día la reina amada, comenzó a ser víctima de una rara enfermedad que la consumía poco a poco. Un velo de tristeza comenzó a ensombrecer su rostro angelical y todo cuanto en ellas había sido motivo de alegría, se tornaba ahora en llanto y desesperación. La noticia de sus repentinos quebrantos conmovió a la comarca: por doquier se hacían manifestaciones colectivas para aplacar la cólera del Ches; los pianches se movilizaban para celebrar ceremonias en la selva sagrada y riberas de las lagunas encantadas, ante los ídolos del culto indígena; pero nada valía, la hija del sol adelgazaba y perdía todos sus encantos físicos. La reina andina quería vivir y en su empeño por lograrlo le ordenó a su mejor amiga, una joven india llamada Mistajá, escalara el Páramo de los sacrificios y allá arriba en la cumbre más alta le ofrendara al indio Ches a cambio de su vida, un joya de oro macizo con figura de águila, que su padre moribundo había colocado en su pecho como símbolo de la perpetuidad de su estirpe. Mistajá debería partir en la alta madrugada, trepar los riscos y al rayar el sol, enterrar el sagrado objeto en la solitaria cumbre, invocar al Ches con tres agudos gritos y esparcir en círculo un puñado de cabellos de la reina moribunda.  Así lo hizo la india amiga, quién cumpliendo el encargo, cayó en profundo sueño, despertando horas después sobresaltada por el ruido de una cierva;  entonces observó con emoción indescriptible que un olor fragante perfumaba el ambiente y que lo ante había estado yermo y triste aparecería cubierto de una hierba fresca y lozana, que la cierva devoraba con delicia. Tomó  algunos manojos de aquella prodigiosa hierba y  solícita corrió riscos abajo, en busca de su amiga y soberana, quién al tomar la aromática planta recobró de inmediato la vitalidad perdida. El oloroso Díctamo nacido de los cabellos de la hija del sol, llamó también “hierba de la cierva”, había hecho el milagro; y concluye la leyenda indígena con la amenaza de que la preciada planta parameña desaparecerá de los riscos andinos el día en que algún merideño desentierre el águila de oro,  ofrendada al Ches en la solitaria cumbre. Aldea de San Eusebio. Tradicional.

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